Memorias que llenan el alma de alegría
Reflexiones sobre las Bienaventuranzas y el Mensaje de Jesús
Por el Padre Martín Ponce de León Existen opiniones que sugieren que el pasaje evangélico de las bienaventuranzas no es necesariamente una pieza oratoria original de Jesús, tal como se nos ha transmitido.Este fragmento podría ser considerado una síntesis elaborada por la primera comunidad cristiana, donde se recopilaron diversos dichos de Jesús pronunciados en distintas ocasiones.
Este proceso refleja la concepción de Jesús respecto a su invitación a "entrar" en el Reino de Dios.
Para los judíos que vivieron en la época de Jesús, cumplir con la voluntad de Dios significaba observar la Ley.
Sin embargo, esta misma Ley, por diversas circunstancias, resultaba en la marginación de muchas personas.
A su vez, la realidad económica de gran parte de la población llevaba a situaciones de profunda exclusión social.
Es importante recordar que Jesús no se desplazaba por grandes ciudades; su ministerio se desarrollaba en pequeñas comunidades donde la mayoría enfrentaba dificultades económicas significativas.
La carga impositiva había llevado a muchos a vivir en condiciones de pobreza extrema o incluso en situaciones cercanas a la esclavitud.
La vida cotidiana de la mayoría era marcada por la angustia y el dolor, producto de sentirse excluidos de la sociedad.
En este contexto, Jesús compartía la vida de los pobres, de aquellos que lloraban, de los que luchaban por justicia y paz.
Su mensaje no era un mero idealismo, sino una respuesta tangible a la realidad que enfrentaban las personas de su tiempo.
La marginación que sufrían no solo provenía de la sociedad, sino que también les hacía sentir como si fueran excluidos por Dios.
Las palabras de Jesús estaban acompañadas por sus acciones.
No existía en él la dicotomía de "hagan lo que digo, pero no lo que hago".
Al contrario, su propuesta era "entrar" en la dinámica del Reinado de Dios, un espacio donde ninguna persona estaba destinada a ser excluida.
Dios construye su Reino desde la compasión, una compasión que fomenta la inclusión en contraposición a la rigidez de la Ley.
Por esta razón, Jesús enfocaba su mirada en aquellos que experimentaban la marginación.
Su opción por los excluidos es clara; los seguidores de Jesús eran en su mayoría enfermos, mendigos, mujeres, publicanos y pecadores.
Para él, no había motivo suficiente para marginar a nadie.
Todos eran llamados a participar en el Reino de Dios, siempre que estuvieran dispuestos a acoger el amor del Padre, quien es compasivo y misericordioso.
Esta invitación de Jesús resulta reconfortante.
Nuestra condición de pecadores, lejos de excluirnos, enfatiza que estamos llamados a ser parte de ese Reinado, actuando como promotores de otros.
Hombres y mujeres que, a pesar de sus dificultades, se conviertan en agentes de transformación en un mundo cargado de fraternidad y justicia.
Es fundamental que quienes acepten su realidad sean también capaces de ser portadores de la compasión y misericordia de Dios.
Ser promotores de personas implica también cultivar la compasión hacia nuestros semejantes.
Desde esta perspectiva, el "Felices aquellos.
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" se transforma en una realidad tangible, un compromiso que se vive en comunidad y se extiende a los demás.
Felices porque tienen valor, felices por ser incluidos, y felices por contribuir a la construcción de un mundo mejor.
Fuente: Diario Cambio