La sombra del insomnio: analizando sus efectos en nuestra rutina cotidiana y bienestar.
La Adaptación del Organismo a las Rutinas y Climas
Por Dr.César Suárez El ser humano tiene una notable capacidad de adaptación a las diversas rutinas y condiciones ambientales que enfrenta a lo largo de su vida.
En particular, quienes vivimos en Salto nos hemos habituado a las altas temperaturas estivales.
Mientras que para nosotros estas condiciones son parte de la cotidianidad, nuestros visitantes suelen encontrar el clima insoportable.
De igual manera, en naciones donde el frío es predominante, la temperatura helada puede resultar chocante para nosotros, pero sus habitantes manejan esta situación con naturalidad.
Cada organismo presenta un rango de tolerancia que varía según la capacidad de adaptación individual.
En cuanto a las rutinas diarias, hemos observado cambios en los hábitos sociales.
La costumbre de dormir se ha trasladado cada vez más hacia horarios tardíos, influenciada principalmente por la constante presencia de pantallas electrónicas.
Este estímulo genera niveles de excitación que, a su vez, condicionan la adicción y retrasan la conciliación del sueño.
En mi experiencia personal, durante 40 años me despertaba a las 5 de la mañana para iniciar mi consulta en el hospital a las 6. Sin embargo, al llegar el momento de mi retiro, mi organismo no asimiló que ya no era necesario seguir esa rutina matutina.
A pesar de haber transcurrido cinco años desde mi salida del ámbito laboral en Salud Pública, mi reloj biológico sigue marcado a esa hora.
Sin importar la hora a la que me duerma, me despierto a las 5 y ya no puedo volver a dormir, lo cual me lleva a levantarme alrededor de las 6. Desde hace unos meses, me encuentro apartado de cualquier actividad profesional, pero siempre hay asuntos que atender.
En las tardes, aprovecho la oportunidad para descansar con una larga siesta, con el fin de completar las horas de sueño necesarias.
Siempre he disfrutado de hacer deportes; sin embargo, con el paso del tiempo, mi cuerpo no me permite realizar actividades de alto impacto.
Por ello, me he enfocado en largas caminatas, recorriendo un mínimo de 5 kilómetros.
Este año, desde el primer día, estoy de vacaciones junto a mi familia, quienes disfrutan de dormir hasta tarde.
En cambio, yo me levanto a las 5 y salgo a caminar bien abrigado, con gorro, auriculares para escuchar la radio y protector solar en la piel expuesta.
Mis caminatas por la arena de la playa, antes del amanecer, se han vuelto una rutina gratificante, regresando alrededor de las 9 después de recorrer aproximadamente 15 kilómetros.
Mi récord ha sido de 18 kilómetros, lo cual me genera una sensación de bienestar inigualable.
Utilizo una aplicación en mi teléfono celular que mide tanto los pasos dados como las distancias recorridas.
Actualmente, al 11 de enero, he superado los 140 kilómetros desde que comenzó el año.
Muchos podrían pensar que estoy loco, y tal vez lo esté, pero lo importante es que estas rutinas me hacen sentir muy bien.
Fuente: Diario Cambio