Un sendero compartido: la relevancia de la unión en nuestro andar cotidiano.
Reflexiones sobre la Soledad y el Acompañamiento en Nuestro Caminar
Por el Padre Martín Ponce de León En la actualidad, es cada vez más frecuente observar a personas que deciden salir a caminar solas, sumergidas en sus auriculares, buscando un modo de aislarse del mundo exterior.Sin embargo, también encontramos a aquellos que luchan para manejar la soledad y desean ser acompañados en su travesía por la vida.
Para unos, el aislamiento es una elección momentánea; para otros, una necesidad vital.
La vida nos recuerda continuamente que no estamos solos y que, en realidad, no podemos aislarnos completamente de los demás.
En este contexto, resulta preferible caminar juntos en lugar de considerar a otros como una carga durante nuestro caminar.
Tal vez, en diversas ocasiones, hemos advertido que nuestro transitar por la vereda refleja lo que acontece en nuestra existencia.
Quien va delante a menudo tiene un ritmo más pausado; cada vez que intentamos adelantarlo, inexplicablemente se mueve hacia el costado, bloqueando nuestro paso.
Por el contrario, puede que nos encontremos con individuos que caminan mucho más rápido, superándonos sin esfuerzo.
A veces, alguien avanza a nuestro lado y deseamos separarnos, pero esa persona ajusta su paso al nuestro, bien aumentando o disminuyendo la velocidad.
Este mismo fenómeno ocurre en nuestra vida cotidiana: a menudo, sentimos que los demás nos impiden avanzar como desearíamos, o bien nos superan, o adaptan su ritmo al nuestro.
En el ámbito interior, esta dinámica se repite, y es esencial buscar ayuda para transitar de forma más efectiva y acertada.
Es fundamental recibir apoyo para elegir los senderos adecuados y prepararnos para enfrentar los obstáculos que se presentan en nuestro camino.
Además, debemos aprender a dejar atrás cargas innecesarias que entorpecen nuestro andar.
En este sentido, Dios coloca a nuestro lado a aquellos que nos pueden asistir, ya sea caminando con nosotros o esperando que les brindemos ayuda en su propio recorrido.
Caminando juntos, no se trata de imponer nuestro ritmo o conveniencia a los demás.
Esta práctica es el resultado de una búsqueda compartida y consensuada.
Elegir a alguien para que nos acompaña no significa que esa persona no tenga su propio destino; simplemente, deja momentáneamente su ruta para ayudarnos, antes de retomar su camino.
Este proceso requiere confianza y madurez.
La confianza es esencial para establecer una relación auténtica con quienes elegimos para que nos asistan.
La madurez, por su parte, se manifiesta al reconocer que necesitamos ayuda.
Quien nos apoya no es quien dicta los pasos a seguir ni impone un ritmo; es alguien que nos acompaña, permitiéndonos ver con mayor claridad y percibir realidades que quizás no habíamos considerado.
Caminando juntos implica tomar decisiones que son necesarias para nuestro crecimiento personal.
Fuente: Diario Cambio