La magia del jazmín transformada en fragancia: sumérgete en una experiencia sensorial inigualable.
El aroma del jazmín: un vínculo con lo divino
Por el Padre Martín Ponce de León Recientemente, han comenzado a florecer los jazmines, y al recorrer ciertos lugares, uno no puede evitar dejarse envolver por su fragancia envolvente.Este aroma penetrante se hace presente desde lejos, instando a buscar la planta cuyas hojas verdes se entrelazan con flores blancas y algunas marchitas que continúan exhalando su perfume.
Para mí, el jazmín evoca gratos recuerdos de la casa de mi abuelo, donde, frente a la vivienda, crecía un grupo de plantas venerables que comenzaban a florecer en diciembre.
Al principio, eran solo unas pocas flores, pero con el transcurso de los días, cada rincón de la casa se llenaba de recipientes repletos de estas bellas flores, y el aroma se apoderaba de todos los espacios.
No hace mucho, tuve el placer de contemplar una planta atiborrada de pimpollos, que ahora se encuentra completamente cubierta de flores blancas.
Es bien posible que haya quienes no sientan agrado por esta fragancia intensa o duradera, pero debo confesar que disfruto enormemente de ella.
Para mí, este aroma es tan cautivador y envolvente que evoca una sensación de cercanía, comunión y entrega.
Es como un abrazo que penetra desde la piel hasta el más profundo rincón del corazón, dejándose sentir aun tiempo después de haberlo recibido.
En mi percepción, el aroma del jazmín representa un gesto de amor, un presente que transforma el entorno con su constante presencia, aunque físicamente no esté visible.
El jazmín trasciende su naturaleza de planta y flor, siendo un hermoso regalo que Dios nos brinda para mostrarnos cómo es Su presencia en nuestras vidas.
Nunca pasa desapercibida.
Solo es necesario estar atentos para experimentar su aroma y observar con cuidado, descubriendo la fuente de tal embriagador perfume.
La presencia de Dios se manifiesta a través de este aroma, y al reconocerlo, sentimos la dicha de saber que nos envuelve y rodea, ofreciendo un toque de cercanía, casi como si solicitara permiso para actuar en nosotros.
Resulta imposible permanecer indiferente ante Su presencia.
Dios es siempre cercanía y, a su vez, un Padre amoroso que respeta nuestras decisiones.
Podemos dejarnos fascinar por el perfume de las flores o sentir desagrado por su intensidad; sin embargo, Él siempre respetará nuestra elección y, al mismo tiempo, estará cercano y disponible cuando decidamos necesitarle.
Dios nunca ignora a nadie.
Así como el jazmín no discrimina su fragancia entre algunos y otros, Él se ofrece a todos por igual.
Debemos decidir si corresponder a Su amor o rechazar Su cercanía.
Ojalá nuestras vidas sean un constante encuentro con el perfume de Su presencia, y podamos descubrir, disfrutar y, sobre todo, permitir que Su aroma se convierta en el deleite de experimentar el intenso amor que nos rodea.
Fuente: Diario Cambio